Diez hombres silenciosos caminan por Lisboa, Madrid, Bruselas, Posdam, Roma, Londres, Moscú y San Petesburgo. Diez hombres gigantes. Acarrean consigo un vasto cubo de acero donde guardan copias a escala de sí mismos y textos en un lenguaje puntuado: saben que el relieve conviene al tacto tanto como a la vista. Atravesaron el océano en una nave monstruosa, con gran aparato de cadenas y cables. Parecen enviados de otro mundo para comunicarnos un mensaje urgente. En efecto, eso son y esa es su tarea. Sin embargo, cuando nos acercamos, sus bocas cubiertas se obstinan en el mutismo; han sido canceladas y no dicen ni una palabra. ¿Estamos seguros? Al silencio es preciso escucharlo con atención, de otro modo no es posible oír nada.